viernes, 23 de junio de 2017

Iftar de Ramadán en Madrid

Madrid, 23/06/2017, RAFA.MRTZ


Cada día del mes de Ramadán, al filo de las diez de la noche, las mezquitas y las casas de las familias musulmanas que viven en Madrid se transforman. Tras permanecer sin comer ni beber durante cerca de 17 horas, los fieles se reúnen para el iftar que rompe el ayuno al ponerse el sol, una de las dos comidas permitidas en Ramadán  junto con el suhoor, que se toma antes de que salga el sol y de paso al ayuno.

Con mucho interés acudo a la Mezquita Central de Madrid para participar en un iftar abierto, es decir, al que puede asistir cualquier persona sin distinción. Existen comidas grupales para los más jóvenes o los nuevos musulmanes, pero el iftar abierto se celebra diariamente en las dos grandes mezquitas de la ciudad. Es de hecho una de las expresiones de la solidaridad, unidad y oración que rigen el mes de Ramadán.

El reloj marca las nueve y media de la tarde cuando el sol está cerca de esconderse en Madrid. En el interior de la Mezquita Central, musulmanes preparan vasos de leche y dátiles que como marca la tradición servirá para romper el ayuno todavía sigue llegando gente a la mezquita. antes de rezar la cuarta oración del día. Quedan apenas quince minutos para que el almuédano pronuncie el Adán.


Aquí me recibe Muhammad, uno de los siete voluntarios que organizan el iftar en este templo. Cada día, sobre las ocho, Tarik se desplaza hasta la Mezquita de la M-30 para recoger la comida y traerla a la Mezquita Central, si bien los preparativos comienzan al mediodía. Las raciones se preparan allí y luego se reparten entre las dos grandes mezquitas de la ciudad: 600 para la Mezquita de la M-30 y 200 raciones de comida -que suben a 200 los viernes, sábado y domingo- para el templo situado en el barrio de Tetúan.

“Todos los alimentos son donativos de los musulmanes”, explica Muhammad junto a un joven marroquí que ha traído varios litros de leche. “Cuanto más pueda ayudar a los demás, más lo tendrá en cuenta Al•lah”,  dice sonriendo mientras se acerca a la sala de oración con el resto de fieles. Es el momento de tomar la leche y los dátiles que rompen el ayuno. Inmediatamente después, reza.

Diez minutos más tarde, los musulmanes hacen fila para recoger sus raciones individuales. El menú se compone de tres partes. Un vaso de harira; una bolsa con pan, una pieza de fruta y un zumo; y el plato principal. Hoy toca arroz con carne picada. “Oh Dios para ti he ayunado, sobre tu bendición lo he roto” pronuncian al sentarse en la mesa.  Los hombres en el patio y las mujeres con los niños en una sala arriba. Son las 10 de la noche.


“El ayuno es algo muy estrecho entre Dios y tú, puesto que solo Allah es el único testigo del ayuno” me explica Tarik en el improvisado comedor en que se ha convertido el patio de la mezquita. El iftar es una comida que se pasa en familia, por eso aquí la mayoría de la gente que viene está sola. Son personas con dificultades, muchos subsaharianos sin papeles pero también fieles sin apenas recursos económicos o simplemente musulmanes que viven solos, lejos de sus países de origen.

Apenas han pasado unos minutos y solo quedamos Muhammad y yo en la mesa. Entonces aprovecho y le pregunto qué significa el Ramadán para él. Se le dibuja una enorme sonrisa. De hecho, todavía sigue sonriendo.

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