lunes, 5 de diciembre de 2016

«Los radicales no son buenos musulmanes, son enfermos»

Santiago de Compostela,05/12/2016,ABCEnGalicia Santiago,PATRICIA ABET


Fieles musulmanes en una mezquita coruñesa - M. MUÑIZ

El centro islámico de Santiago abre sus puertas a ABC en viernes, el día festivo para sus fieles. Cerca de un centenar de personas se dan cita para el tercer rezo de la jornada. Entre oración y oración charlan sobre integración y prejuicios

Samir y Faruk son dos musulmanes que echaron raíces en Santiago e impulsaron el primer centro islámico de la Comunidad. Llegaron a Galicia en la década de los 70 y aquí formaron sus respectivas familias, que ya suman tres generaciones. Reciben a ABC en viernes, el día festivo para su religión. La verja de su austero centro de reunión —en la Avenida de Lugo— se levanta a las 2 de la tarde y los fieles empiezan a llegar a cuentagotas. Vestidos de faena, de traje o con los apuntes bajo el brazo, se estrechan la mano y apurados por la llamada a la oración se descalzan y entran. En las estanterías donde disponen su calzado se cuentan hasta 76 pares de zapatos. Algunos tienen polvo del trabajo, pero no importa mientras «estén puros». Otros delatan la edad de sus dueños, unos pequeños a los que sus padres acompañan de la mano hasta la sala donde se ora.

«Muchos fieles hacen un esfuerzo para rezar juntos el viernes a mediodía»

La charla con Samir y Faruk se detiene durante cerca de una hora para respetar uno de los momentos claves de la semana en la vida de cualquier musulmán practicante, el rezo del Dhuhr. Se trata de la tercera oración de las cinco que deben realizar al cabo del día, siempre a unas horas determinadas en función de la puesta del sol. Nos muestran su calendario para ejemplificarlo. «Hoy [por este viernes] debemos hacerla entre la 1.24 y las 3.43 horas», explican. Para muchos de los fieles supone un «sacrificio» desplazarse hasta este centro cada viernes, pero lo hacen sabedores de que es un día importante en el que reunirse con los suyos. «El resto de la semana no sabemos nada los unos de los otros, porque la gente trabaja y estudia. Tiene sus vidas, pero hoy nos encontramos». En el centro solo hay hombres. Aclaran que si una mujer quiere rezar en él puede hacerlo apartada por una cortina, pero no es lo habitual. «Es preferible que lo hagan en casa», zanjan.

20.000 musulmanes

Solo en el área de Compostela hay 4.000 musulmanes, según las estadísticas oficiales. En toda la Comunidad superan los 20.000, que se distribuyen en unas 24 mezquitas o templos culturales. La detención esta semana de dos jóvenes de Vimianzo y Arteixo, acusados de estar vinculados con el Estado Islámico, sacudió la tranquilidad en la que llevan años instalados. Dos días después de su sonado arresto los detenidos quedaron en libertad, desvinculados de cualquier nexo con el yihadismo. Se cree que pudieron participar de una red de inmigración ilegal, pero sin ser conscientes de ello. Una idea que el arrestado en Vimianzo suscribe. «Yo solo quería ayudar a mi hermano, que estaba en Turquía y necesitaba ayuda para llegar aquí», explicó ya de vuelta en casa. Pese a todo, «el daño está hecho» y la comunidad musulmana siente de nuevo el foco sobre ella. «Siempre hemos sido muy bien acogidos aquí, pero no se nos puede meter a todos en el mismo saco» explican Samir y Faluk de vuelta del tercer rezo. Descalzos sobre la misma alfombra en la que oran, se toman tiempo para trasladar sus sensaciones sobre un tema que preocupa. De ahí que hayan querido participar en este reportaje, pero que no se hayan dejado fotografiar. «Queremos hablar para que la gente sepa que no tenemos nada que ver con los radicales, pero no queremos que una fotografía de nuestro templo se relacione con estos temas», sostienen. Con voz pausada, retoman la conversación.

Sobre los yihadistas: «No queremos a esa gente entre nosotros. Ellos no suelen venir a rezar, viven aislados»

«Aquí no tenemos imán, porque no es una figura obligatoria. El sermón lo dirige la persona que más sabe, la más veterana, pero no le da autoridad. Todos somos iguales», aclara Faruk, en Galicia desde el año 68. Al frente de la comunidad islámica en Santiago, este fiel incide en que «tenemos que responder a la sociedad que nos acogió y explicarles que si un gallego roba un bolso o atraca un banco no significa que todos lo hagan». El resto de presentes asienten ante las palabras de Faruk que, desde la mesura, pide respeto. «Tenemos matrimonios mixtos y una convivencia plena. Estamos integrados, trabajamos». Samir toma la palabra. «Nosotros también rechazamos a ese tipo de personas porque no los queremos entre nosotros y estamos muy atentos a indicios de radicalización porque no nos representan ni a nosotros ni al Islam. El problema es que esta gente no te dice cómo son, cambian de un día al otro. Nosotros no permitimos a personas que hagan daño, porque nosotros somos musulmanes y también gallegos. El que no respete la ley, que se marche», aclara consciente de que muchas miradas se dirigen a ellos.


Voz de alarma

«Galicia es una tierra acogedora, porque es tierra de emigrantes, por eso somos nosotros los primeros en dar la voz de alarma. Ellos [por los yihadistas] tienen una mentalidad enferma que no podemos entender», argumentan para indicar que «están aislados, y no son buenos musulmanes porque no suelen ser gente que rece habitualmente. Ni siquiera llevan mucho tiempo en la comunidad, porque la nuestra es una religión de paz», asumen a coro.

La conversación se dilata en el mismo aparte donde niños y mujeres reciben clases de español y árabe. Los fieles de este templo compostelano saltan de una lengua a otra, mientras divertidos nos explican el porqué de una aspiradora en mitad de la sala. «La suciedad no está permitida aquí. Todo debe ser pulcro y estéril en el lugar donde rezamos, donde inclinamos nuestras cabezas. Las ropas limpias, el suelo limpio. Es importante», anotan al tiempo que los altavoces vuelven a sonar. «Un momento de silencio, por favor, es la llamada a la oración», indican. Se trata del Aser o cuarto rezo, que hoy [por este viernes] se inicia a las 3.42 horas. «Al tener menos horas de sol las oraciones se juntan más, por eso si alguien no puede cumplir con una se le permite juntar dos. Al final, es media hora de rezo al día. ¿Es eso mucho para un Dios?» deja en suspenso Samir mientras se despide con un «nuestras puertas siempre están abiertas» y una sincera invitación a degustar su té verde, «el mejor que hayan probado».

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