sábado, 17 de marzo de 2012

En el MET una plástica que se extiende a 40 países y 14 siglos.

Nueva York ,17/03/2012,eltiempo.com. Natalia Vega:Historiadora de arte y museóloga


La autora del libro más comprehensivo de arte islámico y editora encargada del tema en el prestigioso 'Dictionary of Art', Sheila Blair, escribió en 2003 una extensa y contundente reflexión acerca del estado de los estudios y recepción del arte islámico. Comentó que no existía una narrativa coherente de su historia sino primordialmente gran cantidad de publicaciones acerca de objetos en diversas técnicas, países y épocas; no es sorprendente pues bajo el nombre de arte islámico se cobijan cerca de 40 países y 14 siglos. Blair además señaló que el vocablo 'islámico' conlleva problemas de identidad: antes que los mongoles conquistaran Persia y se convirtieran al islam se podría hablar de una civilización y arte 'islámico' con rasgos de suficiente similitud a pesar de sus variaciones regionales, sin embargo, después del siglo XIII, aunque se encuentren relaciones en algunos casos -por ejemplo entre las ilustraciones de libros de Irán del S. XIV con los posteriores de los sultanatos mongoles de la India- en otros casos, como entre la arquitectura de la Alhambra y el Taj Mahal, existe poco en común. Es difícil identificar un concepto unificador de arte islámico después de los siglos iniciales de expansión, ya que esta civilización no se puede considerar como una entidad monolítica, sino de acuerdo a su diversidad geográfica y cronológica, y con gran variedad de matices.

El término 'islámico', al ser una clasificación religiosa, establece una incómoda relación con el arte: en realidad esta faceta no está siempre presente ya que la mayoría de la producción artística ha sido seglar -como en el arte occidental no todo ha sido cristiano-. Vale la pena aclarar que el arte 'islámico' no es por lo tanto iconoclasta sino anicónico, que evita la representación de figuras religiosas y que sin embargo existen ilustraciones del S. XIV que ilustran la vida de Mahoma, lo que demuestra que a pesar de que algunos musulmanes consideren esa práctica sacrílega, ha habido en otras épocas quienes no la han considerado así. Blair señaló también que como lo han indicado las teorías postmodernistas, las interpretaciones de arte usualmente reflejan intereses del espectador: en el caso 'islámico', muchas han estado motivadas por ideologías nacionalistas y también existe el caso de místicos sufi que desvían hacia significado místico todo lo que ven, aunque ella no niega el importante papel del misticismo en el arte de Irán; añadió que no han faltado interpretaciones abiertamente sectarias que no aceptan evidencias visuales.

Sin embargo, Blair identificó 2 elementos constantes diferenciadores de la cultura visual 'islámica': el uso de la caligrafía como elemento intrínseco de las obras de arte y la presencia de profusa ornamentación (llamada popularmente 'arabescos') en las superficies. Para quienes hemos sido alumnos suyos, el análisis de estos 2 conceptos -las relaciones entre texto y arte y la ornamentación sin otro propósito que el de realzar su objeto portador- ha aportado valiosos elementos conceptuales para entenderlos en otros contextos, incluyendo el de arte contemporáneo.

Estas observaciones permiten apreciar aspectos de la nueva presentación, con historia revisada, de las galerías que anteriormente se llamaban de arte 'islámico' del Museo Metropolitano y que estuvieron cerradas 9 años (cuando más acuciosamente se necesitaba explicar valores y complejidades de esa civilización). Conscientes de las implicaciones del nombre y a falta de otro mejor, estas vienen con el académicamente preciso mas no breve nuevo nombre: Arte de las tierras árabes, Turquía, Irán, Asia central y Asia del sur tardía; ese título también se distancia de su componente estrictamente religioso. Las galerías incluyen mil 200 objetos de arte seleccionados entre los 12 mil de la colección 'islámica' del Museo, una de las más enciclopédicas en el mundo; están organizadas geográficamente bajo una perspectiva revisada reflejando pluralidad e interconexiones; muchos se rotarán, entre otros factores porque materiales como textiles y papel por razones de conservación no se deben exhibir por tiempo largo. Entre ellos hay objetos maravillosos de lugares con los que lamentablemente solo estamos familiarizados por medio de noticias políticas y de guerras recientes, pero de cuya historia y gente poco sabemos.
El islam se originó en Arabia, y su calendario comenzó en 622 cuando Mahoma guió a sus seguidores en la Hégira (huída de la Meca a Medina), donde estableció el primer estado musulmán; después de su muerte, los califas, sus sucesores, extendieron las conquistas islámicas más allá de la península arábica hasta tierras bizantinas, tomaron el imperio sasánida y en 714 ya se habían establecido desde España a India.

El uso extensivo de la escritura árabe como su embellecimiento ornamental se manifiestan en ejemplos excepcionales de caligrafía, la cual está presente no sólo en el desarrollo virtuoso del libro, sino en medios como metal, arquitectura y cerámica. El prestigio de la caligrafía se deriva de la preeminencia del libro sagrado del Corán que se codificó pocas décadas después de la muerte de Mahoma lo que contribuyó a estimular la producción del libro y la evolución de la caligrafía.

Entre los ejemplares exhibidos se destaca una página del Corán Azul, uno de los más espléndidos que se han producido; está escrito en letras cúficas -estilo antiguo de formas angulosas en que las vocales y marcas diacríticas se han omitido- en oro y con decoración de círculos de plata (hoy oxidados) que separan cada verso o sura; este Corán se diferencia de la mayoría en tinta negra con marcas en rojo sobre blanco, en que este, escrito sobre pergamino teñido de color índigo, tal vez fue comisionado por un califa y por lo tanto se utilizó el índigo por influencia de los documentos reales cristianos bizantinos de la misma región. También se exhiben algunas páginas de la impresionante versión del 'Shahname' (Libro de Reyes, epopeya nacional persa) del S. XVI realizada en Tabriz, Irán, que originalmente constaba de 258 pinturas de 15 artistas y que hoy están regadas por el mundo.

Las galerías incluyen ejemplos arquitectónicos que manifiestan el esplendor logrado en ese medio. El Mihrab, o nicho de rezos de la qibla (pared que indica la dirección para postrarse hacia La Meca) proveniente de una madrasa (escuela de teología) de Isfahán, Irán, despliega coloridos mosaicos de intrincados arabescos y diseños caligráficos en 2 tipos de letra que incluyen la inscripción del Corán "no hay Dios sino Dios, y Mahoma es su mensajero". Las galerías incluyen la instalación completa de una sala de recepción de una mansión privada de Damasco, de 1707; consta de 2 niveles con una antecámara con fuente y sus paneles de madera de álamo, ciprés y morera con incrustaciones de madreperla, mármol, cerámica y vidrios de colores, reflejan la suntuosidad del intrincado trabajo otomano. Otra galería ostenta un completo techo artesonado, que evoca las hermosas techumbres mudéjar de nuestras iglesias latinoamericanas, hasta donde llegó la influencia árabe; para mostrar la sobrevivencia de las tradiciones artísticas hasta nuestros días, el museo contrató un equipo de artesanos de Marruecos que construyeron un precioso pequeño patio interno.

Se exhibe también una extensa variedad de textiles, como sedas con hilos de oro, damascos y terciopelos y sobre todo, una espléndida muestra de alfombras persas. Entre ellas, la Alfombra Jardín (Irán, Kurdistán), intenta con arabescos y flores recrear bajo los pies la idea del paraíso o jardín de Edén; la Alfombra del Emperador, (Herat, Irán S. XVI) en seda, lana, algodón y con una poesía tejida incluida, es probablemente la más prestigiosa de todas: se cree que perteneció a Pedro el Grande y luego al emperador Habsburgo Leopoldo I. Muchas de ellas impresionan por sus intricados diseños de flora y fauna y por sus monumentales tamaños.

La exhibición incluye otros objetos que desfilan ante los ojos ejemplificando magníficas tradiciones artísticas: mosaicos de madera y marfil; un olifante (cuerno de marfil) del sur de Italia; trabajo monumental en metal como el incensario con incrustaciones y grabados de la dinastía de los seljuqs de Irán; una lámpara de mezquita, de vidrio esmaltado y dorado con letras azules, de la época de los mamelucos de Egipto... Qué sensación acumulativa y mágica de mil y una noches!

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