jueves, 20 de enero de 2011

Ecos de cumbre económica árabe resuenan por "lección tunecina"

El Cairo, 20/01/2011,(PL)


El reciente compromiso de líderes árabes a destinar sumas millonarias para combatir la pobreza y el desempleo languideció ante el poder reflexivo que en esa comunidad tiene hoy la exhortación a aprender la "lección de Túnez".

La resaca de la segunda cumbre económica y social de la Liga Árabe (LA), que sesionó el miércoles al más alto nivel en el balneario egipcio de Sharm El-Sheikh, dejó poco espacio para el sociego, según coinciden medios y analistas al comentar el discurso de Amr Moussa.

El secretario general de la LA fue diáfano y pareció muy sincero cuando al inaugurar la cita afirmó que "lo que está ocurriendo en Túnez en términos de revolución no es ajeno a los temas de esta cumbre, que son el desarrollo económico y social".

"Los ciudadanos árabes han entrado en una etapa de ira que carece de precedentes. Estoy seguro que alcanzando el pleno desarrollo tangible para los ciudadanos árabes, aliviaremos a nuestras sociedades de esos desafíos", subrayó Moussa ante mandatarios y empresarios.

Tras subrayar que la Liga Árabe no podía estar ajena a esa realidad, alertó que las penurias de los tunecinos que se movilizaron y derrocaron al presidente Zine El-Abidine Ben Ali estaban ligadas al malestar generalizado en países de África Norte y Medio Oriente.

Resultó llamativo que la agenda inicialmente prevista de la cita económica y social tenía entre las prioridades revisar lo pactado en la primera cumbre de ese tipo en Kuwait, en enero de 2009, para reforzar el comercio y el desarrollo de infraestructuras interárabes.

Los mandatarios se proponían discutir, además, proyectos marítimos y terrestres, unión aduanera, liberalización de servicios, apertura de los cielos al tráfico aéreo y libre movimiento de personas y bienes, así como la interconexión territorial mediante ferrocarril.

Incluso, el ministro egipcio de Comercio e Industria, Rashid Mohamed Rashid, afirmó que estaban en marcha negociaciones sobre tres proyectos de servicios y enlaces de ferrocarriles, dos para conectar a países del Golfo Pérsico y un tercero para el norte de África.

Sin embargo, los jefes de Estado de las 22 naciones árabes prefirieron priorizar el impulso a un programa de dos mil millones de dólares para apoyar a las economías más débiles y evitar protestas callejeras contra el desempleo, el alza de precios y la corrupción.

Kuwait, con una pujante economía, pero con sobresaltos políticos, se ofreció a contribuir para crear nuevas oportunidades de empleo para la juventud árabe en un momento en que las naciones de esa comunidad atestiguan una crisis histórica también sin referencias previas.

El emirato petrolero prometió durante la cumbre de 2009 un fondo de dos mil millones de dólares para financiar pequeños y medianos negocios, pero parte de lo acordado entonces quedó en letra muerta.

Arabia Saudita y Kuwait se comprometieron a pagar 500 millones de dólares cada uno y, luego de las revueltas con reivindicaciones económicas y políticas en Túnez, hablaron de aportaciones adicionales.

Como quiera que sea, la declaración final de Sharm El-Sheikh apostó por estimular inversiones en las pequeñas y medianas empresas, pensando en el efecto positivo que tendría para "principalmente robustecer el desarrollo, disminuir el paro laboral y la pobreza".

El texto leído por el secretario general de la LA expresó la voluntad de propiciar un "involucramiento activo de la juventud en sus sociedades, proveerles oportunidades de trabajo y poner énfasis en asegurar alimentos y agua (en una región abundante en desierto)".

Abogó igualmente por poner en práctica "tan pronto como sea posible" una iniciativa anunciada por el Banco Mundial en tres campos muy similares, a saber, respaldar la infraestructura, generar empleos y vincular el rendimiento educacional al mercado de trabajo.

Pocos analistas creen que la llamada por Moussa "lección tunecina" y bautizada en el país maghrebí como "Revolución Jazmin", tenga un efecto dominó en los demás países del norte de África y Medio Oriente, menos aún en las pujantes economías del Golfo Pérsico.

Pero los casos en Egipto, Argelia, Mauritania y Yemen de suicidios consumados o tentativas de inmolación prendiéndose fuego, como hizo el joven vendedor que desató las revueltas en Túnez, siguen inquietando a políticos veteranos, y eso ya da razones suficientes para reaccionar.

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