lunes, 11 de octubre de 2010

El movimiento Gülen, un Opus Dei a la turca para frenar el fundamentalismo islámico

Turquía,11/10/2010,icnr.es,Pedro González

Hace apenas un mes que un autor desconocido, Hanefi Avci, publicaba en Turquía un libro que, de inmediato, se ha convertido en el objeto de los debates de la actualidad política y socio-económica del país. En “Los Simones del Cuerno de Oro”, Avci lanza fuertes críticas hacia una secta denominada popularmente La Comunidad, pero cuyo nombre oficial es Movimiento Gülen, tomado de su fundador, Fethullah Gülen.

El autor del libro era el jefe superior de Policía de la populosa ciudad de Eskisehir, a medio camino entre Estambul y Ankara. Que el texto no ha gustado en las instancias policiales y judiciales parece demostrarlo el hecho de que Avci fue detenido hace una semana, acusado no por el contenido del libro sino por mantener supuestamente relaciones con “grupúsculos comunistas de tendencias terroristas”. En Turquía es habitual la perífrasis, de manera que a menudo el meollo de lo que molesta se oculta tras una acusación traída por los pelos.

Hanefi Avci ha puesto negro sobre blanco lo que ya era un secreto a voces en toda Turquía, a saber que el citado movimiento está infiltrado en los altos estamentos policiales, pero también en la práctica totalidad de los centros de poder del país, y que ha empezado a extenderse por los países que antaño pertenecieron al Imperio Otomano en Asia Central y los Balcanes.

El nacimiento de La Comunidad se remonta a los primeros años 80, a raíz del último golpe de estado perpetrado por el ejército turco. Los militares decidieron entonces tolerar sus actividades al convencerles su fundador, Fethullah Gülen, de que su ideario modernizador del Islam no atacaba al nacionalismo turco. El objetivo último consistía en formar generaciones de grandes líderes profesionales, a través de una educación muy elitista, en la que no cupieran las tendencias fundamentalistas que ya entonces habían empezado a proliferar por los países musulmanes y a amenazar la estabilidad de la república laica de Turquía.

Antes de convertirse en el líder indiscutible del Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), el actual primer ministro Recep Tayyip Erdogan ya vio en el Movimiento Gülen un aliado potencial para demostrar al resto del mundo que es efectivamente posible otro Islam, con separación entre religión y política. Así, La Comunidad terminó por convertirse en una importante red de apoyo a la política de Erdogan, convenciendo a la sociedad turca de que el país puede encabezar una resurrección de un Islam completamente renovado.

Los medios intelectuales turcos comparan esta situación con la que vivió de alguna manera el Opus Dei en España en los años 60 y principios de los 70, en que sus tecnócratas propiciaron la apertura del régimen franquista y consiguientemente su decadencia final previa al advenimiento de la democracia.

La habilidad de Fethullah Gülen estriba en respetar el nacionalismo que preconizan los militares y políticos kemalistas, combinándolo con una interpretación que declara compatible el Islam con los valores democráticos universales. Gülen, que ha fijado su residencia en Pensilvania, alaba el papel de Estados Unidos en la propagación de tales valores, al tiempo que sus adeptos se están estableciendo en países como Kazajstán, Turkmenistán, Uzbekistán, Kirguizistán, Azerbaiyán y Bosnia.

Al igual que el Opus Dei católico, el Movimiento Gülen predica una vida recta islámica a través del trabajo profesional, pero introduce además un ingrediente de corte calvinista: “A Alá le son gratos quienes se enriquecen como fruto del esfuerzo puesto en hacerse sabios y rendir al máximo en el trabajo”. Esa cuña de realidad social perfectamente modificable es la que más parece irritar a los integristas islámicos, para quienes la modernización que intenta Gülen equivale a abrazar y contaminarse con los peores vicios del capitalismo. Asimismo acusan a La Comunidad de ser un nuevo caballo de Troya de Estados Unidos, que tendría controlados así todos los resortes del poder en un país tan estratégico como Turquía.

Lo cierto en todo caso es que el Movimiento Gülen rige ya 200 institutos privados de enseñanza en Turquía, donde las clases se imparten en gran parte en inglés. Otras 300 instituciones similares han sido implantadas en Bosnia, Turkmenistán, Tayikistán y Azerbaiyán. Aunque la organización no ofrece datos acerca del número de sus adeptos, es ya una creencia general que muchos de sus miembros copan ya en abundancia los puestos directivos en sectores decisivos como banca, construcción, industria y comercio. En medios de información, su periódico, Zaman, le disputa a Hurriyet la primacía nacional en tirada y difusión.

Cabe señalar, sin embargo, que ya se ha producido un primer encontronazo entre Fethullah Gülen y Recep Tayyip Erdogan. Aquel no vio con buenos ojos que el gobierno de Ankara respaldara el flete de la flotilla que intentó romper el bloqueo de Gaza, y criticó duramente la reacción del jefe del gobierno turco al asalto realizado por las tropas israelíes. De momento, es solo una tormenta que no empaña el principal interés común de ambos: estabilizar el poder de Erdogan, de una parte, y conseguir una progresiva “evangelización” del mundo islámico a través del mensaje renovador de los Gülen.

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