viernes, 21 de mayo de 2010

Ni el burka es el problema, ni una ordenanza la solución

Barcelona,20/05/2010,Blog Jordi López Camps.

Tengo que volver a escribir sobre el velo islámico, sin tener demasiado claro si mi argumento puede servir para rebatir o detener unas decisiones que, creo, obedecen a unos imperativos de racionalidad electoral. El empeño de algunos por llevar este tema a la agenda política ahora sorprende, a no ser que todo siga un guión que tiene como fin enrarecer el clima político en vísperas de un tiempo electoral. No creo que el burka y cuestiones afines, deba ser ahora motivo de acción política ni, en tono menor, de debate político.

Uno de los objetivos de la acción política es establecer una agenda con los principales problemas que la sociedad debe afrontar, priorizarlos y, encontrar el máximo consenso para identificar soluciones y actuar para resolverlos. Los problemas pueden estar presentes o tratarse de situaciones que, sino se orientan correctamente, podrán convertirse en un problema en el futuro. No creo que el burka pertenezca ahora al primer caso, su uso se anecdótico, ni tiene perspectivas de convertirse, en un futuro inmediato, una cuestión que reclame un interés especial. Personalmente he podido comprobar cómo algunas de las personas que usan esta vestimenta son conversaciones Islam. La introducción del problema en la agenda puede tener otros orígenes, más propios de las estrategias electorales, que una necesidad social reactiva o preventiva. Si es así, nos encontramos ante un falso problema.

En el supuesto de que el razonamiento anterior sea erróneo, la reflexión debería situarse en el ámbito del análisis de la pertinencia de la alternativa para resolver el problema. Porque la hora de establecer la agenda política hay que identificar y delimitar correctamente el problema para que la estrategia para resolver sea absolutamente pertinente. Ya que sino lo es, se pueden obtener unos resultados indeseados y malgastar los recursos públicos. En este punto el decisor político debe analizar, entre otras variables, su entorno. Estudiar lo que dice el actual marco jurídico; que se ha hecho en otros países; sus competencias para articular las soluciones, que piensa la opinión pública; escrutar la debilidad o solidez del argumento (en algunos casos se puede practicar el cinismo político de afirmar y negar dos cosas al mismo tiempo), y la oportunidad, los efectos futuros, la incidencia de las propuestas en los votantes de su partido, los valores que como político cruz y defensa, etc ... Con todo ello el decisor político construye un marco para motivar su decisión.

En el caso de la burka algunas de estas variables delimitan el ámbito y la racionalidad de la decisión. Por ejemplo, la normativa actual sobre la libertad religiosa permite gestionar adecuadamente los posibles conflictos en estos temas sin necesidad de recurrir a medidas especiales. Por otra parte, hay que medir como las decisiones tomadas hoy pueden alterar la cohesión social, tanto el presente como en el futuro, o provocar la aparición de respuestas radicalizadas expresadas en la longitud de un trozo de ropa. Las respuestas a cada una de estas preguntas recomiendan abordar con serenidad y con otro espíritu y tempo el debate sobra la burka. En cualquier caso, parece evidente que no es una cuestión a resolver a través de mociones en los ayuntamientos. Este tema requiere otro marco de debate y de acción política.

Hay que abrir el debate, si, pero desde otros parámetros y con otros protagonistas. Hay que situar parte del debate en la propia comunidad a fin de identificar lo que se precepto religioso y aquellos aspectos que son una aculturación del Islam y, en buena medida, prescindibles o readaptables en nuevos contextos culturales. Otra parte del debate está en las propias fuerzas políticas. En este sentido hay que pedir lealtad y responsabilidad a las fuerzas políticas para sacar el debate de la confrontación partidista electoral. También hay que exigir a estas fuerzas políticas que, en caso de que tengan algún problema de esta vestimenta, tengan el coraje de aplicar lo que la ley ya prescribe sin necesidad de establecer medidas coercitivas específicas. Además, después de escuchar algunos argumentos, hace impresión ver cómo algunas personas defienden la prohibición de la burka en nombre de la dignidad de la mujer y luego, en otras ocasiones, no tienen tan rigor en defender los derechos de las mujeres. Más que están preocupados por el burka, hay que estar más atentos a los velos que tapan el entendimiento.

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