viernes, 28 de agosto de 2009

Ayuno y expulsión

VITORIA,20-08-2009,elcorreodigital.com,MARÍA ZABALETA.

Moussakeita, en primer plano, en uno de los cinco momentos de oración del día. / BLANCA CASTILLO

Un menor abandona su centro de acogida en Vitoria por impedirle cumplir el Ramadán. Duerme y ora desde hace tres días en una mezquita

La vivencia del Islam es una amalgama de credo y costumbre. Y en el mundo musulmán la costumbre ha convertido el Ramadán en un mes de dogma, abstinencia y oración. A la luz del día, se ayuna; con el crepúsculo, se come, se bebe y se invoca a Dios en forma de rezos, de danzas o de cantos. Es el Ramadán, el mes más especial para los fieles de la religión islámica.

Tanto que, desde el pasado sábado, y hasta que concluya el noveno mes del calendario lunar mahometano, que marcará el fin de este periodo, la vida de los más de 15.000 musulmanes establecidos en Euskadi gira en torno a él. Moussakeita es uno de ellos y, como islamita convencido, no está dispuesto a que nadie le obligue a profanar ese «ejercicio de purificación» prescrito en el Corán.

El problema es que las reglas del Ramadán -que se aplican a diario desde las seis de la mañana hasta las nueve de la noche- chocan, al parecer, con las normas del centro de menores de Vitoria que lo acoge desde hace «dos meses». «Los monitores -denuncia este guineano de 17 años- no me dejaron opción. O rompía el ayuno o no podía volver a entrar».

Lanzado el órdago, Moussakeita salió el sábado de su hogar de acogida en dirección a la mezquita de la calle Barrancal, ubicada en pleno Casco Viejo de la capital vasca. «Como soy menor -acierta a explicar en francés-, la Policía local vino a buscarme por la noche y me devolvió al centro, pero al día siguiente volvieron a expulsarme».
Desde entonces, no ha regresado. Reza y duerme en la mezquita, donde vive el Ramadán junto al resto de la comunidad musulmana de Vitoria. Pero no se conforma. Gracias al apoyo de un amigo árabe que lleva 17 años en la capital vasca, Moussakeita pudo reunirse ayer con «dos» de sus monitores y con «una persona del Servicio de Infancia y Juventud de la Diputación» alavesa, de quien depende el centro de menores donde residía hasta el sábado el joven guineano.

El encuentro, sin embargo, no sirvió «para nada». «En un primer momento, la Diputación admitió que no se puede obligar a nadie a comer y tampoco a no comer. Pero, al final, la respuesta fue la misma. O rompe el ayuno o no podrá volver a entrar», asegura un portavoz de la comunidad árabe.

La única posibilidad intermedia que se le ofrece, siempre según su versión, ya que la Diputación declinó dar la suya, es que el chico sea trasladado al centro de menores de Estíbaliz, situado a escasos diez kilómetros de Vitoria. Una alternativa que, según sus compañeros de oraciones, esconde la intención de «alejar» al menor de sus amigos musulmanes y que en ningún caso piensan aceptar. No, en el nombre de Alá.

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