viernes, 8 de agosto de 2008

Regreso a Marruecos

Las vacaciones sirven para el reencuentro familiar de los emigrantes

Larache, 2008-08-08,La Vanguardia, JOSÉ BEJARANO - Enviado especial

En la casa de los Latif, en Larache, todos los veranos se vierten lágrimas de alegría y de pena. Y se reparten regalos como si fuera Navidad, se ríe a raudales y los niños disfrutan de la libertad de movimientos que hay en los pueblos. Lo que más abunda en verano es el reencuentro. Con frecuencia atraviesa la ventana y sale a la calle un grito en catalán que a nadie sorprende. Tantos son los vecinos que tienen hijos o hermanos en Catalunya. Larache fue la capital del protectorado en el norte de Marruecos y hoy es una ciudad de cien mil habitantes que en verano recibe con los brazos abiertos el aluvión de los que emigraron a Europa.

Abdellatif Latif y su mujer, Rosa Vila, llegan cansados del viaje en coche desde Sant Celoni, un total de 24 horas en carretera realizados con dos de sus hijos, Xavi y Sara, los más pequeños. Los recibe en la puerta Rajma Harrak, madre de Abdellatif, con los brazos en alto y gritando como lo haría cualquier madre “hijo mío, cuánto te echamos de menos”. Las lágrimas de bienvenida de Rajma son dulces y breves. Después, las amargas de la despedida nunca parecen tener fin.

Abdellatif es el mayor de nueve hermanos cuyo padre murió cuando todavía eran niños y él tuvo que ayudar a Rajma a salir adelante en condiciones difíciles. La emigración y muchas horas extras lo hicieron posible. Conmueve asistir a los besos y a las miradas de orgullo y complicidad que intercambian la madre y el hijo pródigo, de nuevo a las puertas del hogar.

Abdellatif, que trabaja en una cantera de Sant Celoni, se ríe cuando oye pedir a los inmigrantes que se integren. Él lleva 20 años en Catalunya y desde el principio se tomó como un reto hablar como el mejor catalán y como el mejor castellano. Maneja a la perfección esos idiomas, además del árabe, francés y algo el holandés. Asus hijos les habla catalán. “En el pueblo me llaman el moro de Sant Celoni y yo me siento como en casa”, sostiene. Allí trata de ser catalán, no se echa atrás ante ningún alimento, lo mismo que si tiene que asistir a una iglesia en la celebración de un funeral o una boda. Es voluntario de la Cruz Roja.

En Larache es marroquí como el que más y buen musulmán. Dice que su lema es el respeto del otro, sea del credo que sea. A su lado, Rosa asiente. Ella no es musulmana.

Por más integrado que se sienta, el verano genera en Abdellatif la necesidad de poner rumbo a Larache. No ha faltado ni un verano y también suele viajar en Navidad. “Somos muy familiares y tener aquí a mi madre hace que venga siempre que puedo”, confiesa. De los nueve hermanos, sólo tres siguen en Larache. Cuatro emigraron a Sant Celoni y uno a Irlanda. Todos regresan en vacaciones. Envían 250 euros al mes para el sostén de la madre y de Zacarías, el hermano soltero que vive con ella.

Los preparativos del viaje a Larache incluyen de forma ineludible la compra de regalos para todos los miembros de la numerosa familia. No es obligatorio, pero los emigrantes se sienten obligados a llegar con el coche lleno de cosas de Europa, mucho más valoradas que las compradas en Marruecos aunque sean idénticas. El reparto lo efectúa Rosa en el desayuno del día siguiente. Chándal para todos, zapatos nuevos, camisetas, camisas… Todos iguales para evitar celos. A Rajma todavía no se le han secado las dulces lágrimas de bienvenida cuando empieza a presentir, en silencio, las amargas del adiós. Y otro año de soledad y espera.

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