domingo, 24 de agosto de 2008

Granada desde sus raíces, del laurel de la reina al ciprés del Generalife

Granada,24-08-2008,EFE.-

Los laureles tras los que se ocultó Isabel la Católica con sus hijos de un ataque de los moros en 1491 o el ciprés del Generalife al que la leyenda atribuye el papel de testigo de la venganza de Boabdil son dos de los árboles que permanecen enraizados en la memoria de Granada.


Obras de rehabilitación del pavimento del Paseo de los Nogales y los Cipreses del Generalife en la Alhambra (Granada). foto,(EFE)

La curiosidad de la Reina de Castilla por ver de cerca la ciudad que todavía no había conquistado desató, el 18 de junio de 1491, una batalla entre el ejército del marqués de Cádiz -que acompañaba a la monarca por la Zubia- y el del enemigo musulmán, que salió al paso de la comitiva y estuvo a punto de atrapar a la familia real de no ser por los arbolillos tras los que se escondieron, que desde entonces se conocen como "Los laureles de la reina".

La anécdota la recoge la Diputación de Granada en el marco de una de las rutas turísticas propuestas en su página web y en la que invita a los curiosos a visitar algunos de los árboles legendarios de la provincia.

Es el caso del Ginko Biloba del jardín botánico, definido por los botánicos José Tito y Manuel casares como "un fósil viviente" -sus parientes más lejanos proliferaron en el paleozoico-, que inspiró los versos de la poetisa granadina Elena Martín Vivaldi: "Un árbol. Bien. Amarillo / de otoño. Y esplendoroso / se abre al cielo, codicioso / de más luz. Grita su brillo / hacia el jardín. Y sencillo, / libre, su color derrama / frente al azul."

Este árbol caducifolio fue plantado en el jardín botánico granadino en 1889 y a su especie se le conoce en Europa como "árboles de las pagodas", por encontrarse habitualmente cerca de los templos de Japón, donde se les considera sagrados.

La Historia granadina concede también un papel destacado a dos cipreses que, aunque fueron menguados por un rayo en diferentes épocas, aún permanecen en pie.

A uno de ellos se le ha considerado históricamente un cedro, aunque en realidad se trata de una rara variedad de ciprés ('Cupressus lusitanica') originario de México y que fue traído a España en el siglo XVI.

Se trata del cedro de San Juan de la Cruz, situado en el Carmen de los Mártires, junto a la Alhambra, cuya plantación se le atribuye al cofundador de la orden de Carmelita durante su estancia en Granada. Esta orden pudo elegirlo por su altura como simbólico vehículo que facilita la unión mística, apunta la web de la Diputación.

El segundo ciprés legendario es aquél que fue testigo del amor clandestino que la reina Morayma, esposa de Boabdil, mantuvo con uno caballero de la tribu de los Abencerrajes en un patio del Generalife.

Los encuentros de ambos amantes a la sombra del árbol, que aparece en un grabado de 1500 bastante crecido, provocó la ira del monarca musulmán, quien como represalia ordenó degollar a varios miembros de la noble tribu en la sala de la Alhambra que, desde entonces se conoce como "Sala de los Abencerrajes".

Por otra parte, Granada alberga uno de los escasos bosquetes de secuoyas de Europa, en la Sierra de la Sagra, cuyos habitantes designan a la arboleda como "Las mariantonias".

La arboleda cuenta con varios ejemplares de secuoya, de los tipos 'Sequoiadendron giganteum' y 'Sequoia sempervirens', de los cuales los trece mejor conservados se encuentran dentro de una finca vallada, propiedad del barón de Bellpuig.

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