jueves, 19 de junio de 2008

Los recintos recogidos

Los pabellones de Marruecos y de Arabia Saudí muestran una visión mística del agua.

ZARAGOZA,19/06/2008,elperiodicodearagon.com.-

Ya funciona el calor, y el jolgorio de las cortinas de agua, en esa edad en que aún no se tiene teléfono móvil ni dinero, ni nada chipiable en los bolsillos, pero sí la conciencia de que la única misión del agua en el mundo es divertir. Un cartel de Cochabamba lo explica muy bien: ¡El agua es del pueblo, carajo!. Con la chicharrina, crece y se explaya el barbulleo. Y ayer se oía el runrún de la gente y a la chiquillería como en un recinto ferial.

En el pabellón del Reino de Marruecos es la vista la que tiene que esperar y acostumbrarse para que vayan apareciendo de la oscuridad el agua y las seis grandes palmeras con la luz que entra desde la puerta. En medio de ellas corre el agua entre las fuentes. "Mira, tú, la palmera acanalada", saltó un payés, con las eles palatales por delante, para hacer risas.

El Paraíso coránico es un jardín de cuyo centro manan ríos de miel, de leche, de vino... El pabellón está configurado como un palacio y tiene dos niveles en altura, pero todo es discreto, interiorista y fresco. En una de las fotos que el arabista Joaquín Lomba hizo para su libro El mundo tan bello como es, aparece el Palacio de las 40 columnas de Isfahan (Irán), que sólo tiene 20, y las otras están reflejadas en el agua: "Para el musulmán -explicó-, lo mismo da que sean reales que reflejadas, porque lo único que es fuerte y firme es Dios, y el mundo es evanescente, no es nada". Aún añadía: "Y si encima al agua la mueve el aire y hay pájaros cantando y todo, mejor, más variación".

En este espacio marroquí aparece la vibración del mosáico, la representación del cielo nocturno que titila, ventanas que son entramados y jiminuflios, sábanas en la pared que recogen nuestras sombras, el perfume aspirado, los reflejos que se rompen con surtidores, el gusto por lo inmaterial y por el movimiento. Nunca un arabesco se cierra completamente, porque puede prolongarse hasta el infinito.

Y el pabellón de Arabia Saudí es ya una sala de meditación: El verbo utilizado para el descenso (auzala) del agua es el mismo que se utiliza para el descenso de la Revelación. De las cosas más originales que pueden verse son las palabras llovidas. Caen escritas en mayúsculas y sueltas a la entrada de Castilla y León. Hillary, desarrollo, fracaso, hambre. Sacadas al azar de la prensa diaria.

Pero en estos pabellones árabes se va explicando que la caligrafía tiene como preocupación original el embellecimiento de la Palabra divina. Un chico joven dijo: "Me encanta", al ver un garabato escrito de derecha a izquierda, en el que las vocales son optativas. Y la geometría es la jaula donde se meten los colores variados, el movimiento del mundo, de ahí esa impresión de borrachera, de improvisaciones, de multiplicidad; sorpresas continuas. "Si al Partenón se le añadiera un pabellón o una columna se le destrozaría, pero a la Mezquita de Córdoba, cuantos más elementos le añadamos, mejor", declara Lomba.

Pero el agua es también una materia escasa y vital en esas tierras musulmanas y están expuestas las jarras y vasijas de todo tipo. Hay imágenes de la trilla marroquí, y la gente recordaba cómo en 1967 pusieron el agua corriente en los pueblos de Teruel. Los cántaros rústicos del Rif los fabricaban las mujeres. Barro pintado por las berberiscas en formas de rombos, dameros, líneas en zig-zag y otros motivos abstractos. En el Sur del país, vertían el agua en odres de cuero para regar. "Esas celosías eran para no ver a las mujeres", explicó al tun tun una visitante. El sonido del chorro de agua era permanente. Afuera, reinaba el calor.

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