domingo, 11 de noviembre de 2007

Historiadora señala que llegada árabes siglo VIII 'no fue una conquista'

Barcelona,11-11-2007, EFE.-

La historiadora de la Universidad de Barcelona Dolors Bramon considera que el proceso de islamización del siglo VIII 'nunca fue una conquista', puesto que la población autóctona, que era una inmensa mayoría, 'se animó y se unió a aquella cultura entonces superior'.

En una entrevista concedida a Efe, Bramon, que ha participado recientemente en unas jornadas sobre 'El Islám y el hecho nacional en Cataluña', sostiene que 'cuando llegan los árabes en el siglo VIII la proporción es tan desigual, que sin contar con la colaboración de la población que vivía en el territorio no habría podido triunfar el Islam'.

Para la historiadora, 'no hubo ni conquista, ni después reconquista, sino que vino una gente con una cultura entonces superior y la gente de aquí se animó y se sumó, no sólo desde un punto de vista cultural, sino también religioso'.

En relación con el legado islámico, Bramon explica que 'los restos de aquella presencia serían abundantes si no hubiera ocurrido la hecatombe de la Inquisición'.

En el siglo XV, recuerda, se instaura este organismo de persecución de disidentes respecto a los Reyes Católicos y a partir de aquí la propia población intenta ocultar y disimular cualquier reminiscencia de ese pasado islámico, 'porque te jugabas la vida'.

La historiadora de la Universidad de Barcelona afirma con rotundidad: 'Se puede decir que muchos de nuestros antepasados fueron musulmanes, lo cual no quiere decir que tuvieran sangre árabe, porque vinieron muy pocos'.

Bramon resume que 'aunque han quedado pocos restos arquitectónicos, porque las construcciones bélicas se reaprovecharon y apenas queda una pared, una fosa o una muralla, y la influencia cultural fue ocultada por miedo, en cambio la huella léxica ha perdurado en palabras como arroz, taronja (naranja en catalán) o garbino y eso la Inquisición no pudo impedirlo'.

La estructura territorial en nada es heredera de aquella presencia, pues, como dice Bramon, 'con los cambios políticos se hace tabla rasa con la estructura anterior'.

Otro de los ámbitos en los que aquel pasado también se infiltró es, según la historiadora, la gastronomía, aunque también tuvo que orillar la presión de la Inquisición: 'no era lo mismo cocinar con grasa de cerdo o con aceite, que tenía un olor diferente y podía delatar a un antiguo musulmán'.

Sin embargo, esa presencia ha perdurado en productos como el turrón, el cuscús, que luego deriva en la paella o en el uso de las especias.

Precisamente, en los dos libros de gastronomía medievales catalanes, los más antiguos de Europa, el de 'Sent Soví' (1324) y 'Llibre del Coch' (1490), se puede rastrear el uso de las especias de manera generalizada, pero 'el Santo Oficio hizo desaparecer esos productos y especias porque la Inquisición tenía olfato'.

Respecto a la posibilidad de encontrar en Cataluña algún resto del pasado musulmán, Bramon opina que 'parece muy difícil, aunque no es imposible como se ha demostrado recientemente con el hallazgo en L'Aldea (Tarragona) del campamento romano de los Escipiones, que era impensable que se pudiera encontrar'.

Para Bramon, sería fantástico poder encontrar algún vestigio, porque 'en la actualidad los pocos restos que hay están básicamente muy mezclados y reaprovechados, como en Valencia, o en la Suda de Tortosa, la Suda de Lleida, el Castell Formós de Balaguer'.

Sin lugar a dudas, 'no encontraremos nunca una Alhambra o una Mezquita de Córdoba, porque el dominio político en Cataluña fue mucho más corto, pero el contacto lingüístico sí que fue significativo, más de 900 años, y en la lengua catalana sí que dejó huellas'.

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